Esto sucede ante la hora izquierda

Esto sucede ante la hora izquierda en que mi vida,

violenta juventud contra el poder de un príncipe,

llama jauría a la verdad y belleza a los puentes derrumbados.

Llama flor del frío a la tumba de los náufragos,

astrolabio muerto a la nieve de los locos.

Hornea un talco negro el hambre de la muerte,

la edad de los sentidos, el obstinado aliento

de la cansada luz de octubre en el baúl de abejas.

Brota sobre esta duna blanca la vehemente hierba de las islas,

la implacable hormiga en el blando bulbo de la boca helada.

Con guantes de forense sale la noche verde de su estuche

y la tempestad retumba por el otoño roto de las ánforas.

Tiene aquí mi corazón la edad del mundo,

el pez de piedra bajo el que los recién nacidos duermen.

Sufre el impaciente un reloj de sol bajo los párpados,

la aguja inmóvil como retina fría de los caballos muertos.

Mi vida es el temblor del consternado y el indigente ciego,

la constelación del triste en un festín de víctimas.

No conozco otra conciencia que la oscuridad translúcida,

la sábana de vidrio sobre la que la infernal razón se acuesta.

Vivo separado del rumbo de las cosas, hablo el miedo

de un heredero alzado contra el funesto monarca de las ciénagas.

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